Había terminado de almorzar
y le conté a mi mamá lo que había soñado.
Todavía puedo recordar aquel
día, fue sábado, cuando solía por las tardes visitar a mis abuelos.
Papá había llegado recién de
Lima, después de un largo viaje, había traído unos ricos turrones, era el mes
morado.
Mamá había retirado los
platos de la mesa y yo muy indecisa hice un alto y le pedí a ella que me
escuchara. Le hablé acerca del sueño que había tenido hace unos días atrás. Le dije
que el personaje principal de mi sueño era mi abuelito y que él había
fallecido. Mamá se asustó y no quiso seguir escuchándome, me dijo que eran ideas mías,
que eso no pasaría, que mi abuelo estaba muy bien y más aún no padecía ninguna
enfermedad. Que más tarde iríamos a visitarlo a su casa .
Cerca de las 4:00pm llegamos
donde mis abuelos. Y así todo empezó:
Mi padre preguntó por mi
abuelo y él se encontraba durmiendo, cuando en eso se levantó dirigiéndose a la pequeña
sala, allí estaba toda mi familia reunida. Mi abuelo le pidió a mi hermanito
que le fuese a ver el periódico, a él le gustaba siempre estar informado de la
actualidad.
Mientras mis papás y mi
abuela conversaban, mis hermanos y yo jugábamos; mi padre de repente observó a mi abuelo sentado y que lentamente
cerraba los ojos. Al notar esto mi padre, le habló, lo abrazó, lo remeció, pero
tampoco se levantó, él se había ido para siempre. Fue la primera vez que vi
llorar a papá.
Al cabo de unos instantes,
dieron a conocer la triste noticia, se había extendido a nuestro familiares y
amigos cercanos. Mi abuelo fue una gran persona y muy querido por todos ellos.
Cuando mi abuelo ya estaba
dentro del féretro, mi tío Daniel observó desde una cuadra una carroza estacionada
frente de casa y pudo notar que algo raro estaba sucediendo, corrió de
inmediato y se dio con la sorpresa que mi abuelo había muerto. Aún recuerdo que
se enfadó mucho porque había sido el último de los hijos en enterarse y es que
en realidad se le había tratado de localizar, pero en esos días se había ido a la sierra piurana, donde muchas veces no hay señal.
Al darle eterna sepultura, mi
abuelita y todos los presentes lo despidieron con un grupo de mariachis, ya que
mi abuelo solía escuchar canciones mexicanas y siempre dijo que el día que se
vaya de este mundo lo despidieran todos alegres, que no quería llantos, porque
él siempre estaría con nosotros.
Todo esto un día lo soñé, lo
viví y ahora lo cuento porque a mi me pasó.
Yo tenía apenas diez años
cuando pasó este deja vu, experiencia de sentir que ha sido testigo o se ha experimentado
previamente una situación.
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