martes, 20 de noviembre de 2012

Historia


                                   Cusco: experiencia y recuerdo

Todo empezó en otoño del 2004, cuando visité la hermosa ciudad del Cusco, Capital Incaica.

Había caminado unas cuadras, y de repente tropecé cuando caí fuertemente al suelo, quise levantarme y no pude. Fue allí cuando Ramiro se acercó y lo conocí por primera vez y me dio la mano.

Ramiro, el chico del chullo rojo, que más tarde lo llamé así, me sorprendió en un primer instante y no solo por lo de ser caballero, sino que después de haberlo tratado pude notar lo especial que era.

Una vez que me instalé en la casa de mi tío, quise dar un paseo por la hermosa capital. Como olvidar ese estrecho callejón, donde hice una fotografía a la hermosa piedra de los Doce Ángulos, la Plaza de Armas, la Catedral, la grande pileta, que daba vida, su artesanía, los objetos preciosos de oro que se vendían en las joyerías, en fin toda una variedad.

Todavía puedo recordar que cuando iba de regreso a la casa de mi tío, comenzó a llover un poco fuerte, menos mal que fui preparada, saque de mi mochila un impermeable y corriendo fui de regreso. Al cruzar la calle pude notar a una poca distancia a Ramiro, que llevaba en sus manos un sobre, que con su chompa trataba de cubrirlo para evitar de que se mojase. Quise recompensarle con la ayuda que me ofreció. Me acerqué y le dije, que le obsequiaría mi  impermeable, ya que él por la circunstancia lo necesitaba más que yo. Cuando de repente se rehusó y me dijo que no me preocupara. Yo insistí y le dije que no lo necesitaba porque estaba cerca a casa, a una cuadra de la Plaza de Armas, él me miró y soltó una carcajada, y me dijo que su casa estaba al frente de la casa de mi tío, y en eso los dos reímos. Además me dijo que conocía a mi tío Manu.

 Al día siguiente por la noche me fue a visitar, me invitó  a su casa, pero antes le pidió permiso a mi tío Manu para que pudiese salir, y él con una tierna sonrisa le dijo, hijo cuídala y regresen temprano, al parecer eran muy buenos vecinos.

Eran por cierto aproximadamente las 8:00am y Ramiro me llevó a la terraza de su casa, donde estuvimos observando la gente caminar, las típicas costumbres, los exquisitos choclos, el chancho acompañado con unas grandes papas. Después de unos minutos, me enseñó un regalo que se lo dio su papá antes de morir, un grande telescopio. Fue la primera vez que pude ver desde aquel objeto, las brillantes estrellas, que con la dirección de sus dedos quiso dibujar dos caras felices.

 De repente me dio un fuerte dolor de cabeza y me desmayé. Cuando me levanté, estaba al lado de una fogata ya un poco mejor, que envolvía mi cuello una hermosa bufanda de Ramiro, quise devolvérsela y no la aceptó. Una vez más le agradecí por lo que había hecho por mí y me llevó de vuelta a casa.

Al día siguiente, quise dejarle un obsequio, en agradecimiento por las veces que me ayudó, pero muy temprano había viajado urgente al pueblo de Ollantaytambo, pues su mamá habría sufrido un accidente. Quise acompañarlo, pero mi tío no quiso que me expusiera, ya que el pueblo se encontraba en estado de emergencia, y es que un desastre fatal, un huaico, había alborotado aquel pueblo.

Mi tío dice que a los poco días la mamá de Ramiro falleció y que a raíz de esto tuvo que inmigrar a Lima para llevar a cabo sus estudios superiores.

Ramiro actualmente estudia en la Universidad Mayor de San Marcos, la carrera de Derecho y Ciencias Políticas. Espero que todo le vaya bien y ojalá algún día nos volvamos a encontrar amigo. Ramiro eres una excelente persona y tu ciudad ni que hablar.

¡Conoce el Cusco y trata a su gente!

 

 

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